Acerca de mí

Testimonio Personal

Al mirar hacia atrás en este increíble viaje, me sorprende cómo Dios me ha guiado, paso a paso, hasta donde estoy hoy. Como el primer misionero global en la Iglesia del Nazareno enviado desde la pequeña isla de Jamaica, nunca imaginé que estaría donde estoy ahora—sirviendo como Coordinador Regional de Finanzas para la Región de África. Este rol, tan diferente de lo que inicialmente imaginé y sin formación ministerial formal, sin un verdadero trasfondo en finanzas y con un camino profesional completamente diferente, me encontré en territorio desconocido. Sin embargo, al reflexionar sobre este viaje, veo que Dios ha entrelazado cada experiencia y habilidad que he adquirido en una historia más grande—una de confianza, crecimiento y fidelidad a Su llamado.

Cuando sentí por primera vez el llamado a servir como misionero, no tenía idea de cómo sería el viaje. Solo sabía que Dios me estaba invitando a salir en fe, a ir más allá de los límites de lo que conocía y de lo que me resultaba cómodo. Fue un paso intimidante pero emocionante, y uno que requería que confiara en Dios de todo corazón.

No tenía (y todavía no tengo) ninguna formación teológica formal, y ciertamente no estaba preparado para los desafíos que se avecinaban. Pero lo que sí tenía era un corazón dispuesto a seguir, una disposición a confiar en que Dios me equiparía para lo que viniera. Dios tenía un plan para mí, aunque aún no podía verlo.

Cuando me pidieron que asumiera un rol financiero, fue tanto desalentador como inesperado. No tenía formación formal en finanzas (excepto algunos cursos que completé durante mi MBA), y al principio, me sentía completamente fuera de lugar. Sin embargo, mi experiencia en Gestión de Proyectos y mi Maestría en Gestión de Negocios Internacionales me prepararon de maneras que no podría haber anticipado. La gestión de proyectos me había enseñado a navegar situaciones complejas, gestionar recursos y cumplir plazos, todas habilidades que resultarían invaluables. Mientras tanto, mi educación en gestión de negocios me había dado una mentalidad estratégica—habilidades en planificación financiera, liderazgo organizacional y pensamiento crítico—que resultaron ser exactamente lo que se necesitaba para este rol.

Al principio, luché por conectar los puntos entre la gestión empresarial y el servicio en la misión, pero rápidamente me di cuenta de que no eran tan diferentes después de todo. Ambos requieren administración. Ambos implican tomar decisiones que reflejan un propósito mayor y utilizar los recursos disponibles de manera sabia. Mi experiencia en la gestión de presupuestos, en la toma de decisiones estratégicas a largo plazo y en el liderazgo de equipos me ayudó a enfrentar los desafíos financieros con confianza, sabiendo que estaba llamado a servir en esta capacidad por un propósito más alto. Comencé a ver que gestionar las finanzas no se trataba solo de números; se trataba de tomar decisiones que impactarían a las personas a las que servíamos y a la misión que estábamos avanzando.

Dios no me llamó porque estuviera equipado con las habilidades "correctas". Me llamó porque sabía que confiaría en Él y me apoyaría en Su fuerza. Descubrí que cada día, Él proporcionaba lo que necesitaba, ya fuera sabiduría para tomar decisiones, el valor para enfrentar nuevos desafíos o la perseverancia para seguir adelante en momentos de incertidumbre. Las habilidades que había adquirido a través de mi experiencia empresarial se convirtieron en herramientas en mis manos, pero solo fueron efectivas gracias a la guía de Dios.

La lección más grande que he aprendido en este viaje hasta ahora es que la fe se trata de confiar en Dios, incluso cuando no nos sentimos calificados. Ya sea en finanzas, gestión de proyectos o ministerio, se trata de ser fieles con lo que tenemos y confiar en que Dios nos equipará para la tarea que tenemos entre manos. He visto cómo Él utiliza nuestras experiencias pasadas, nuestras fortalezas e incluso nuestras debilidades para hacer avanzar Su Reino de maneras que nunca hubiéramos imaginado.

Estoy aquí hoy, no porque esté calificado por los estándares del mundo, sino porque Dios ha sido fiel para proveer en cada paso del camino. A través de la gestión de proyectos, estudios de negocios y el valor para adentrarme en lo desconocido, Él me ha moldeado para este papel, y continúa usándome de maneras que nunca pensé que fueran posibles. Puede que no haya tenido un camino ministerial tradicional, pero sé que Dios me ha llamado a este lugar, y Él continuará guiándome mientras le sirvo.

Mirando hacia atrás, veo que cada parte de mi viaje—mi educación, mi experiencia laboral y mi disposición a seguir el llamado de Dios—ha sido parte de Su plan para equiparme para Su misión. Y a medida que avanzo, continúo confiando en que Él me guiará en lo que venga, sabiendo que es fiel para equipar a aquellos a quienes llama, incluso de las maneras más inesperadas.